Los mitos y las leyendas crean una magia que no se ve, pero se siente, y te pone los pelos de punta, como cuando miras a esa persona a la que quieres, que no sabes que ocurre, pero te arde por dentro.

Desde hace cientos de años y en muchas culturas distintas, cuentan los mitos y leyendas que existía un hombre verde que protegía y cuidaba la naturaleza, era aquel que se encargaba de que todo renaciera una y otra vez, representando el ciclo de la muerte y el renacer a través del invierno y la primavera, es la fuerza que invade cada árbol, cada semilla, cada flor, cada fruto que creías que ya no volvería a nacer, pero nace un año más.

Conforme pasaban los años, aquel hombre que nos protegía y cuidaba pasó a asustarse y alejarse cada vez que nos veía, pues nuestra presencia, minaba su fuerza una y otra vez, hasta que el ser humano dejó de verlo e incluso de sentirlo.

Cuentan las voces del bosque, que el hombre verde vio tan minada su fuerza y poder, que, en un intento desesperado, lanzó las últimas semillas de su existencia al interior de los seres humanos, con la esperanza de que un día aquello que el fue y representó, brotara en nosotros y nos hiciera conscientes de que su magia, siempre fue para nosotros.

Cada vez que ves un atardecer y se te ponen los pelos de punta, cada vez que sientes la brisa del mar y te recorre un escalofrío, cada vez que hueles las flores en primavera y te inunda su fragancia… cada vez que sientes algo dentro de ti cuando observas la naturaleza con cada uno de tus sentidos… esa es la esencia del hombre verde que aún está en ti, haciéndote sentir cada sensación para que lo escuches y recuerdes.

Para que recuerdes cada una de las emociones que la naturaleza y todos los seres que la habitan te hacen sentir, para que no lo olvidemos y seamos conscientes de que mantener esta magia y belleza está en cada uno de nuestros actos y decisiones, por muy pequeños que sean.

Nosotros decidimos sí dejamos que brote la semilla.

Esta semilla está más presente en los niños que aún no han sido desconectados de la tierra, y que, con su simple inocencia, son capaces de sentir y vivir más presentemente. Si se te olvida sentir, míralos, porque ellos no han normalizado el mar, no han normalizado los arcoíris, no han normalizado la tierra.